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12 de febrero de 2010

somnolencia


Remolinos de viento soplaban y el no despertaba
ahí, tirado, sin recordar absolutamente nada.

Ella secó lagrimas que ya no quedaban
lo único que esperaba era ese beso que no llegaba.
Él, casi inconsciente en la cama
envuelto en la complicidad de la mañana
abrió los ojos, pero éstos aún no miraban.

Despertó, se incorporó y pensó en esa triste mañana
su cabeza lo justificaba
pero su corazón lo apuñalaba.

Y así escribió, deseando entender
que en esta vida con poco se ama.
Con el día a día, con besos en las noches,
pero también, con besos en la mañana.

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